martes, 20 de julio de 2010

Los decibelios no dan la razón

Algunas personas evidencian una especial querencia hacia la controversia, y por tanto son proclives a la ignominia, cosa que, en una sociedad que ya renunció a lavar con sangre y en buena lid los oprobios en los que intervenía la honra, deviene en un rencor sempiterno que les turba y les impide estar en armonía con ellos mismos.

Los afrentados se envilecen ante la perspectiva de perder posición social respecto de un entorno que no presta tanta atención al argumento en sí como a quien lo esgrime, como las urracas que roban objetos por su brillo en vez de orientar sus latrocinios hacia objetivos más provechosos o espirituales. Pero claro, son animales, no pueden evitar dejarse llevar por lo superficial, por el aspecto de las cosas y no por su verdadero valor.

Con la mayoría de personas pasa un poco igual: se dejan obnubilar por ciertas personalidades.

Todo esto que digo puede resultar peligroso, pues una indignación vehemente no otorga ni un gramo de razón, sólo da la apariencia. Pero parece que no importa tanto qué se diga sino cómo se quede ante terceros; las personas orgullosas necesitamos de una recua de lameojetes que justifiquen nuestra altivez ¿verdad? si no pareceríamos tan imbéciles como en verdad somos, y en nuestro mundo no importa quien seamos sino la imagen que proyectamos de nosotros mismos en los cerebros de la gente.

A estas alturas huelga decir que yo soy una de esas personas con tendencia a la gresca dialéctica, y tú también, por supuesto.

Lo más sensato ante la conducta irreflexiva y el atolondramiento circundante, como casi siempre, es un sano y moderado medaigualismo, pues sólo mostrándonos displicentes nos iluminamos ante el mundo, y sobre todo ante los que son devorados por la tenia de la letal simbiosis que forman Engreimiento e Imbecilidad supina.

Además pudiera ser que tampoco me quedase ninguna alternativa a la vida ascética en breves, porque me operan el miércoles que viene.

Besitos!

10 comentarios:

Vicen dijo...

De unos años a esta parte, repito y pongo en práctica una máxima que me funciona en estos casos: No discuto sobre obviedades. El no dar pie a confrontaciones dialécticas de las que sé que no voy a sacar nada me funciona bastante bien. Aún así, he faltado a esa máxima alguna vez recientemente. Sólo me ha servido para reafirmarla.

A mi no me molesta tanto el tono o la búsqueda del aplauso del ágora. Me molesta mucho más el que se usen argumentos que se desconocen o que se hable sobre cosas de las que se han oído campanas pero de las que realmente no se sabe nada. Me recome por dentro, de verdad. Es más, cuando les haces ver el error, una de dos: o se encabezonan o simplemente se van por peteneras para no asumirlo.

En fin, creo que en general se tiene una fe desmedida en la razón propia y en la capacidad argumentativa. Pero en fin... la ignorancia es atrevida.

Sarlacc dijo...

Pocas cosas hay más gratificantes en una discusión que ver encenderse hasta límites insospechados a la otra parte, señal de que todo marcha por buen camino. Por supuesto cuando es al revés no suele ser mala idea cortar por lo sano y a otra cosa, pero una vez prendida la mecha es complicado.

Pero últimamente veo que hace falta más amor y menos gresca, que están los ánimos un tanto revueltos, sin duda por culpa de Andrés y el Miji, esos incendiarios :D

¡Besitos!

PD: ¡Maldita Australia!

Tomás dijo...

Sabia esa máxima de no discutir sobre obviedades, sí señor.

No tengo por qué sacar a nadie de su error gratis, que no soy una ONG. A mí que más me dan los errores o incongruencias ajenos :)

Pues eso.

Raúl dijo...

Muchas veces he tenido unas reflexiones parecidas a las que leo en tu post, eso sí, sin tanta palabreja rebuscada (en alguna hasta me has pillado) pero no me sirve de nada porque rara vez aprendo de mis errores. Bueno, algo sí, pero menos de lo esperado. Discutir a día de hoy es una de las cosas más inútiles que se pueden hacer porque nunca convences ni consigues hacerse plantearse un nuevo punto de vista a nadie y, dependiendo del tema o el interlocutor, encima puede terminar la cosa calentita. Porque ésa es otra, realmente a mí me gusta discutir bastante menos de lo que a veces aparento, porque si la cosa se pone nerviosa, luego me siento mal y no sé muy bien por qué. Será que soy un hombre sensible.

Bueno, para terminar, creo que en general Vicente tiene una fe desmedida en la razón propia y en la capacidad argumentativa, pero sabes que te Hamo, el miércoles vente a jugar al fútbol... que te dije lunes, no martes (de hecho, pensaba en lunes y miércoles). Y si quieres, lo discutimos, jeje, a ser posibles a gritos.

Tomás dijo...

..pero si estoy empleando un registro la mar de asequible, aún puedo ser mucho más barroco ;)

Sarlacc dijo...

Por favor te lo pido, no lo hagas Ç___Ç

The crow dijo...

Cuando te pones a hablar en catalán resulta un pelín asquerosete, sí, pero no vamos a discutir por eso, ¿verdad?

Tomás dijo...

Jajajaja

Raúl dijo...

No, si ya sé que puedes ser más barroco, nos ha tocado. Sólo que yo cuando reflexiono para mi mismo, no utilizo 'oprobios' ni 'latrocinios'... pero que lo veo bien, que se note que tienes una carrera*.

*como si la carrera nos hubiera enseñado algo de todo esto.

Nergal dijo...

Como siempre llego tarde y como casi siempre te expreso mi adhesión a lo escrito, como ya hemos hablado alguna vez al tocar el tema del medaigualismo (del que soy fiel partícipe) y los manipuladores de voluntades débiles.