miércoles, 5 de diciembre de 2007

La trágica historia de una nariz entrometida.

Esta es la historia de una nariz. Una nariz cuya misión en la vida era recopilar, cual si fueran joyas y ella urraca, información sobre la vida de los demás. Tal era su curiosidad, que a la persona que llevaba pegada tras de sí, la hacía conocedora de centenares de datos inútiles sobre las personas de su entorno.

¿Cómo conseguía esto? Os preguntaréis, pues es sencillo: Allí donde había una persona realizando cualquier actividad, allí que acudía a husmear nuestra intrépida nariz, ávida de información sobre la vida de dicha persona; Allí donde había una persona con cara de saber sobre otras, allí que estaba nuestra nariz, guiando a su apéndice humana tras alguna pesquisa sobre los interesantes asuntos de sus congéneres humanos. En síntesis, era del tipo de narices que la gente mete donde no las llaman, y esas narices suelen caer mal a la gente. Suelen crearse enemigos, que se sienten desprotegidos e inseguros ante la posibilidad de que sus más sórdidos secretos, caigan en oídos tan curiosos como la nariz del cuento. Así que la gente le decía: “no te metas en los tejemanejes de la gente o acabarás mal”, o “Quizás un día escuches algo que no te guste y te suicides por imbécil”. Eso le decían. Pero nuestra heroína no cejaba en su empeño investigativo, su costumbre se había convertido en un vicio, y su curiosidad era ahora el motor de su existencia.

Sabía que había millones de cosas que no conocía sobre la gente, y le encantaba sacar a la luz sus movidas personales, cosa que hacía metódicamente, regocijándose en cada nueva pista y cada cabo atado, como un detective. Si no eran de su incumbencia mejor que mejor, y cuando llegaba a conocer todo, experimentaba una sensación comparable a la de sacar las tres llaves en una tragaperras, y pasaba a interesarse por otros sucesos ajenos. Así que poco a poco su adicción se iba incrementando, y no podía parar de entrometerse en la vida de la gente, descuidando por el contrario sus propios asuntos. Se había encargado de ir viviendo la vida a través de los demás, y para cuando se dio cuenta la suya propia era ya un asco. Pero siguió y siguió empeñada en adueñarse de la vida de la gente, movida por un impulso incontrolable. Así siguió hasta que un día murió. Por curiosa.

Dedicado a mi madre y a todas las madres del mundo.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Trabubulandia

¿Os Habéis planteado alguna vez si todo lo que veis existe o si lo que veis es todo cuanto existe? ¿El mundo es tal y como lo percibimos por nuestros sentidos o bien éstos y nuestra manera de pensar influyen de tal manera sobre el modo en el que nos llega la información exterior, que no podríamos afirmar, como decía Descartes, que las cosas son como nuestro limitado cuerpo humano las ve, oye, huele, etc.?

Imaginemos que un perro cobrase conciencia de sí mismo y raciocinio, ¿Cómo podríamos explicarle que las cosas no son en blanco y negro como él las percibe, sino que son de colores? o aún mejor, ¿Cómo podría él explicarnos que el mundo es en blanco y negro? Un perro tiene limitada (en comparación con la nuestra) su capacidad visual, no en cambio su olfato, con el que pueden distinguir en el ambiente de una habitación el aroma de una persona que hace horas se fue de allí ¿Qué otros pintorescos olores percibirán y que ni siquiera somos capaces de imaginar, al igual que no somos capaces de imaginar un color que no hemos visto? en definitiva, ¿Cuántas cosas o matices de las mismas pasan desapercibidas ante nuestros imperfectos sentido y que realmente están ahí?

Hay sustancias psicoactivas capaces de incrementar nuestra capacidad sensorial y según he leído, existe una teoría según la cual, dichas sustancias ayudaron en la evolución del hombre al desarrollo de éstas capacidades, aya que se encontraban en la naturaleza y ser ingeridas por éste durante siglos.

En lo que respecta a mi experiencia personal, he podido experimentar dicho incremento temporal de mi capacidad de percepción con cada uno de mis sentidos. Recuerdo que el olfato cobraba una sensibilidad especial, tanto es así que cada bocanada de aire que atravesaba mi nariz resultaba ser una explosión gigante de sabores olfativos impresionante, una mezcolanza de olores de entre la cual yo era capaz de extraerlos todos y ubicarlos. Podía sentir la textura del aire, la edad de cada olor… y me llamó la atención que uno de estos olores era de color azul. Esto último no puedo explicarlo mejor. En cuanto al gusto, ocurría una cosa parecida: primero percibí como un chispazo el sabor de algo ingerido con anterioridad y un instante después notaba que mi lengua sentía todos y cada uno de mis dientes y una explosión de múltiples sabores, pero muy tenues, como vestigios de lo que por allí había pasado. Era capaz de distinguir matices que sería incapaz de distinguir normalmente. Imaginé como sería degustar algún alimento en ese estado, y pensé lo placentero que resultaría, por ejemplo y trozo de pulpo.

Esto ocurría con cada uno de mis cinco sentidos, siendo el más divertido la vista, el menos a mi gusto el tacto, y el más desconcertante el oído, pues se oyen cosas que aparentemente nadie ha pronunciado. Sonidos, no palabras. Después reflexioné sobre si dichos sonidos los estaría emitiendo algo o alguien cuya presencia no podemos percibir sensorialmente, puesto que ya prácticamente había descartado que las cosas fuesen como yo las distingo. Lo que sí es cierto es que al día siguiente y aún con cierto porcentaje débil e imperceptible de la susodicha sustancia en mi cuerpo, descubrí que tenía bastante más oído musical que el que tengo normalmente cuando me puse a tocar la guitarra. También descubrí que aún me costaba bastante esfuerzo concentrarme en alguna tarea que requiriese cierto grado de atención, pues en el estado anteriormente descrito es muy difícil tener una conversación normal porque tu mente se dispersa, se pierde en otro pensamiento antes de desarrollar el primero, y se tiene muy poca facilidad para expresar cosas. Como si no encontrases las palabras que buscas, pero si conceptos para los cuales no existe palabra. Quizás los enfermos mentales que encerramos en manicomios sean personas que tienen un estado parecido al que se experimenta en esa circunstancia.

En contraposición a esta merma de mi capacidad de atención (poco a poco la fui recuperando), me sentía tremendamente imaginativo, capaz de componer, de inventar… me podía pasar horas pensando conmigo mismo, y muy sobrio, tranquilo y capaz de tomar decisiones importantes. Con mucha calma, casi feliz.

Besitos!!