viernes, 31 de diciembre de 2010

El típico post

Pues eso. Estas fechas te dan el post prácticamente hecho. Este año no pienso dejarme llevar por el entusiasmo navideño y contendré mi optimismo. Sólo os desearé que el año próximo no sea mucho peor que el que acaba, y que os lo paséis más o menos bien esta noche y las pocas fiestas que quedan. Esto último no parece excesivamente difícil, se respira un clima general de ebrio buenrollismo muy propicio para circunstancias agradables. A la gente le da por ser buena y cariñosa con sus prójimos. ¿Os lo imagináis al revés, que hubiera una semana al año en la que hay que putear a todo el que puedas? Tendría su gracia también, a fin de cuentas ¿Qué más da todo, verdad? En fin, os dejo ya, que me enredo y no es plan de estar aquí largando sobre nada en particular. Lo dicho:

¡Feliz año compañeros!

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Generando controversia

Imagínome que la mayoría de ustedes, navegantes, estará al corriente de las idiosincrasias de la recientemente promulgada Ley Sinde, que recibe su nombre de su autora homónima. O como poco tendrá en la cabeza una suerte de caótica entelequia de la misma, producto de los esmerados resúmenes que los detractores de la misma nos endilgan por la red de manera descaradamente partidista.

Pudiera pensarse, a tenor del tono aquí empleado, que estoy a favor de la susodicha. Nada más lejos. Lo que ustedes leen es tan sólo producto del escepticismo que me suscita todo este asunto.

En lo que parece estar de acuerdo casi todo el mundo es en que, hogaño, resulta acuciante la necesidad de encontrar otro modelo de negocio en lo que a comercialización del arte se refiere. La industria cinematográfica, musical, etc. está viendo mermada su capacidad recaudatoria y ni los augurios más optimistas les salvan de una quiebra inminente. Al menos a la industria musical, que es a la que yo dirijo la mirada, tanto por afición como por cercanía con mis veleidades y devaneos gruperiles, si es admisible la osadía.

No obstante parecen existir ciertas reticencias por parte de los consumidores a que exista negocio alguno, ya que cuesta mucho, nunca mejor dicho, que nos vuelvan a hacer pagar por algo que tenemos gratis y a lo que nos creemos con derecho. Huelga decir que nada más lejos, no tenemos tal. Algunos listillos podrán aducir que ya pagamos con el canon (al que opusimos feroz resistencia, y con razón, hace unos años), pero es que aquello fue una mala medida desde el principio. Fue, aparte de un serio menoscabo a nuestros derechos, un escuálido remiendo a un problema cuyas dimensiones escapan a sus atribuciones, y que merece una ponderación más exhaustiva. Sólo consiguió frenar tímidamente la irrevocable merma de poder adquisitivo de los creadores artísticos y enriquecer a la mafia que los circunda, amparándose en su defensa y en la salvaguarda de sus derechos. Un cuento que hay que eliminar.

El caso es que no tenemos derecho a tener gratis el fruto del trabajo de otros, si acaso éstos nos lo quisieran cobrar. Lo descargamos igual, claro, más con pícara trasgresión que con verdadera hipocresía, pero lo hacemos. Porque aunque sabemos que no está bien, el daño causado por un solo individuo no es tanto; pudiera ser equivalente a levantarle el mechero en un bar a un tipo.

Hoy en día resulta ingenuo, cuando no necio, sostener la utópica visión de los que, repitiendo sin cesar el demagógico mantra de que la cultura es libre, abogan por la posibilidad de que coexistan alegremente el lucro del autor, que tiene derecho a vivir de su trabajo creador, y la adquisición gratuita de su producto por parte del consumidor internauta, sin la intervención codiciosa de intermediarios que vivan del trabajo ajeno. Bien, pues esto es una quimera irrealizable. Fundamentalmente porque en una economía de mercado como la que impera en occidente, es posible la quiebra de un tipo de negocio, como así parece que sucede, pero la ausencia de los recursos (económicos o no) de los que la industria dota al artista (para que cree más y mejor, para que se promocione, etc.) en aras de, sí, un lucro empresarial, son irreemplazables en el modelo propuesto por los adalides de esta quimera.

Esta quimera, decía, sostenida con terca obstinación, basa sus postulados en datos actuales, no en el futuro, y me explico: El intercambio de música actual, que es gratuito por la red, se da con grupos de música consagrados que ya vendieron mogollón (o lo suficiente) cuando la industria iba bien, y tienen pasta de sobra para continuar con sus actividades aun con ciertas carencias; o con músicas de un marcado perfil comercial y nulo mérito creativo, tipo operaciones triunfo o Ladys Gaga, que también tienen pasta de sobra. Es decir que lo que jode es a la música potencial, no a ésta. Joderá a aquella que nunca escucharemos porque entre su creador y yo no hay nadie que nos ponga en contacto.

El grupo que posee una grabación de mala calidad y autofinanciada jamás tendrá el apoyo comercial necesario detrás para que yo lo escuche. Y se separará sin obtener ni un duro de lo que cree. Sólo triunfarán aquellos que tengan dinero para pagarse su promoción y vivir de sus conciertos. Los pijos. Los otros se separarán.

Pero volvamos a la ley Sinde, que posiblemente sirva para darle otro balón de oxígeno en forma de poder omnímodo a esta industria moribunda. Os informo que ha sido rechazada en el congreso, víctima de una mayoría de la que adolecen los socialistos. Pero no os llevéis vuestras manos al pene todavía, internautas, no os dejéis llevar por el alborozo que embriaga vuestras almas, porque esta infame recua de pollinos que tenemos por gobierno, capaces de aunar tiranía bolchevique y sumisión lacayuna al capitalismo más feroz, no cejará en su empeño hasta que un esperpento similar a esta ley sea aprobado. Sí o sí. Ya les conocemos bien.

Endemientras… ¿Qué disco me recomendáis?

Besitos!

viernes, 10 de diciembre de 2010

Un diagnóstico

Fuiste pródiga en afectos carnales
Con tantos, crapulosa y casquivana,
Que huyeron al rocío en la mañana
De Pandora y la caja de sus males.

Fuiste parca en estar en tus cabales,
La Eva que devora la manzana,
Y al calor de tu pubis mi ventana
Empañaba con gozo sus cristales.

Mas, onerosa empresa es soportarte,
Tributaria de lúbricos anhelos,
Y no todos suspiran con amarte.

Con el tiempo se evidencian los recelos,
De quien renuncia a hacer de juez y parte,
Y a padecer febril tantos desvelos.

Diciembre 2010.