Orejas de color azul turquesa

¿Quién no se ha topado alguna vez con uno de ellos? Estás en el autobús, en el sitio más recóndito que su exigua y alargada estructura ofrece y de repente te mira. Acaba de subir y su ominosa mirada se ha posado en ti y en el sitio que hay vacío a tu lado. Tú le miras. Reconoces ese brillo en sus ojos, le has sufrido en alguna ocasión, a él o a otro como él. Es igual. Un sudor frío recorre tu cuerpo. Ya te temes lo peor. De repente el fulano se te acopla en el asiento contiguo impidiéndote toda posibilidad de huir... y comienza.

Te relata de manera pormenorizada su vida, sus problemas, sus opiniones, sus movidas, sus chistes, etc. todo ello con todo lujo de detalles y con el rigor que cree que merecen sus relatos. Plúmbeas banalidades que te importan tres cojones arrojadas sin pudor a tus orejas, con las que se está pegando el banquete de su vida. Tú estás deseando que se baje en la siguiente parada... o que se muera, pero esto nunca ocurre. Optas por mirar por la ventana mostrando indiferencia en un gesto de leve descortesía de sobra justificada, pero el Pesado, que se percata de tu treta, te agarra y te da golpecitos en el hombro para que prestes atención al tostón con el que está amenizando tu viaje.

Han pasado veinte minutos que te han parecido año y medio y el colega sigue largando. Violando tus oídos. Ya ni siquiera prestas atención a lo que dice, sólo asientes como un bobalicón mientras el incesante ronroneo que profiere el Pesado se te cuela por los tímpanos hasta el fondo de tu alma haciéndote sentir sucio. Eres preso de tu propia cobardía y de unos principios morales que has ido asimilando de la sociedad y por ello te sientes incapaz de decirle que mantenga su hocico cerrado, que se vaya lejos o que arda en el infierno. Pero por fin la pesadilla acaba. Tras aguantar cuarenta minutos de embarazoso monólogo el menda llega a su parada. Ha mancillado tu oreja con sus absurdos disparates y sus densas historietas pero ya terminó todo y suspiras aliviado.

¿Terminó?

Volverá. Sabes que volverá. Vendrá de nuevo otro día a darte la paliza. Quizá venga con otra cara, otra voz, otras historias; quizá sea en el bar, en el trabajo, en tu escalera... pero volverá. Siempre vuelve. Ahora mismo está recopilando otras anécdotas con las que darte la brasa la próxima vez que te vea ...o se las estará largando a otro. Ten cuidado. Sé que, al igual que yo, sabes reconocerlo. Hay diferentes nombres, diferentes caras con las que el Pesado se manifiesta, voces que cuando las oyes te da un vuelco el corazón y empiezas a temblar...

Mucho ojo con esta gente!
Un besito.