Siempre he pensado que los heavys somos una especie de gran familia. Algo más fuerte que la sangre nos une a todos de alguna manera mística. Hay magia.
Nunca he sido una persona particularmente empática con las desgracias ajenas, vosotros lo sabéis. Soy bastante misántropo, y cuando alguien moría siempre pensaba aquello de "más sitio para aparcar". Pero hoy no.
A eso de las 10 de la noche oía el tirurí del messenger. Era Vicen, que decía lo siguiente:
Hermano, hoy estamos de luto. Coge un disco suyo y póntelo.
Os juro que me ha dado un vuelco el corazón. Como a Vicen. Como a todos los que estábamos unidos a él en esa dimensión inefable y maravillosa que es el Heavy Metal. En ese trance, esa catarsis.
No te olvidaremos DIO.
domingo, 16 de mayo de 2010
viernes, 7 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)