miércoles, 12 de septiembre de 2007

Nos van a matar a todos

En días como hoy es cuando mejor entiendo aquella ecuménica inseguridad ciudadana que existía hace décadas, durante la guerra fría. Toda aquella mierda sobre el botón rojo que desencadenaría una guerra nuclear, y que parecía superada tras la caída del telón de acero, vuelve en forma de fantasma del pasado y con los mismos protagonistas que entonces. Y si no echad un ojo a esta noticia.

La novedad reside ahora (y es que los tiempos cambian) en que este nuevo cacharrito que han inventado estos audaces científicos, que por otro lapdo bien podrían estar investigando para curar el cáncer, es "ecológica". Ecológica porque aunque se carga a todo bicho viviente que encuentra a su paso la onda expansiva, no deja radiaciones, cosa que viene muy bien para que, si sobrevive alguien en algún lado, pueda tranquilamente plantar sandías en el lugar de la explosión sin que le salga un hijo bicéfalo por ingerirlas.

El simpático calificativo ha sido invención de las propias autoridades rusas que, haciendo gala de un agudísimo sentido del humor, demuestran una vez más que se puede ser un perfecto asesino hijo de puta sin necesidad de perder esa chispa de ingenio y frivolidad tranquilizadora, que tanto gusta a los políticos para soslayar lo grave y lo peligroso de sus tejemanejes.

Eso sí, incluso en los artefactos de guerra, hay que estar siempre del lado de las políticas más vanguardistas, preocupadas porque la tecnología esté del lado del medio ambiente. Y es que una cosa es que al señor Putin no le importe que ese trasto se pueda cargar a todas las formas de vida que alcance, y otra muy distinta que no le preocupe su planeta. De aquí a nada inventarán unos tanques que no pisen las margaritas a su paso, pero con capacidad ilimitada de destruir vidas y bienes personales, o una mina antipersona biodegradable, capaz de dejar cojo a un niño que, pese a haberse quedado sin pienas, respirará un aire más puro y beberá un agua menos contaminada. Qué hipócritas podemos llegar a ser los humanos a veces.

A veces tengo la firme sospecha de que nos van a matar a todos en cualquier momento. No sé si el botón lo pulsarán desde Washington, Moscú, Teherán, o El Jabalí Viejo, pero se nos van a cargar. Y mientras no, seguiremos actuando sin darnos cuenta con cierto miedo y obediencia ante los que dirigen el mundo, pues en nuestros subconscientes queda latente la certeza de que hay unos pocos con capacidad para destruirnos a todos los demás tan rápido como aletea un colibrí. Y eso supone poder para esos pocos.

Por esta razón (entre otras) me aferro férreamente a la libertad de poder escoger mi propia autodestrucción, que es mucho más gratificante que mirar al cielo a ver cuando nos toca poner las barbas a remojar.

Bueno nenes, eso es todo por hoy. Lamento haber soltado una diatriba tan fatalista, pero es que hoy me he enterado de que ya he suspendido dos y ando algo encabronado. Pero no os preocupéis, que a partir de mañana estoy perenne ya en Alcantarilla.

Muchos besitos para todos!