martes, 27 de abril de 2010

El ídolo escarlata. Primer capítulo: La Resistencia.

La escena constaba de cuatro figuras instaladas alrededor de una mesa. Se encontraban en una suerte de almacén, con penumbra de bodegón, entre una neblina tabaquil que apenas les dejaba intuir rasgos faciales. Tampoco les hacía falta porque se conocían todos muy bien.

-… ¡Tiene que ser algo gordo, joder! –Exclamaba uno de ellos- algo que les joda de raíz.

-Milo tiene razón, no sirve de nada atacar la periferia del sistema si Cerebro sigue controlando y seleccionando la información de la gente –dijo una voz femenina.

El resto de miembros de La Resistencia asintieron.

-Además –continuaba-, no podemos permitirnos fallos. Acordaos de la última vez.

-No fue culpa mía, lo acaecido el otro día –dijo un tercer integrante del sórdido contubernio-. Resultó que por un cable partido del detonador, una explosión irrevocable, apenas resultó un estertor.

Este tercer interlocutor era Kresta. Hace años se despertó después de pillar uno de sus habituales ciegos hablando en verso. Lo peor del asunto era que no sabía por qué, y no recordaba nada de la noche anterior. Ni mucho menos qué había consumido. Pero lo cierto es que había aumentado considerablemente su léxico, cosa sorprendente para sus compañeros, dado que jamás habían visto a Kresta abrir un solo libro que no fuera de papel.

El cuarto asistente a la reunión era Inanis, último del grupo en desprenderse del cordón umbilical de su nuca, mecanismo mediante el que Cerebro controlaba los pensamientos de la gente de Crasia, e integrarse al Frente Crasiano de Liberación, más conocido como La Resistencia. En ese momento se encontraba absorto contemplando con cierta admiración voluptuosa el espontáneo liderazgo de Sire:

-Nadie te culpa, Kresta –continuaba ella-, pero debemos actuar con diligencia si no queremos terminar durmiendo con los peces. Además –añadió con vehemencia-, recordad nuestras consignas: Nuestro modo de obrar debe ser como la mordedura de una serpiente, rápido y letal. Debemos evitar el enfrentamiento directo o seremos aplastados.

-¡Sí, joder! –Gritó Milo, particularmente susceptible a las arengas de Sire-. Hay que joder a esos cabrones.

También es cierto que no era demasiado complicado excitar a Milo, cuya naturaleza belicista rozaba la demencia. La sola perspectiva de bronca le hervía la sangre y le hacía esbozar una radiante sonrisa. Por lo demás era un tipo calvo y fibroso, aunque bien provisto de musculatura. Llevaba siempre un puro en la boca y ornamentaba sentenciosamente cada frase con alguna palabra soez.

Inanis se estaba preguntando qué diferencia existía entre estar subyugado por Cerebro, y estarlo por las peroratas vacías de Sire y Milo y sus ingenuos axiomas. Pero el enigma no le entretuvo demasiado, distraído por el hipnótico balanceo de los pechos de Sire tras la camiseta cada vez que ésta gesticulaba con los brazos, para énfatizar su discurso.

Sire era una chica alta, morena, de ojos negros, con carácter… de esas cuya mirada refleja la pasión que le imprimen a cuanto hacen si creen verdaderamente en ello. Y Sire creía en lo que hacía.

-Tenemos la obligación moral de luchar por la libertad del género humano, con violencia si hace falta –decía viniéndose arriba, mientras Milo asentía complacido-. Así que esta vez atacaremos aquí –añadió señalando con el dedo a un punto del plano que descansaba sobre la mesa-, la sede del gobierno de Crasia.

-…Pero difícil es su acceso, además llevando el peso de la carga de explosivos. Si queremos salir vivos necesitamos un plan. Si no, nos cogerán.

-Ya tengo un plan medio pensado –replicaba Sire-, sólo quedan algunos flecos. Pero dado el riesgo de la misión, el que deberá infiltrarse por las alcantarillas para colocar los explosivos deberá ser alguien sin antecedentes.

Automáticamente todos se volvieron hacia Inanis, quien tardó unos instantes en salir de su embelesamiento distraído, disimulando su pasmo con una sonrisa.

-…ehm, esto… sí, claro… ejem… …¿Que yo qué?

(Continuará...)

El ídolo escarlata (Prólogo)

Inanis era un tipo alto, de pelo negro y rizado, espigado y con cara de espabilado. Vestía unos pantalones ciertamente holgados, que mantenía a la altura de la cintura gracias a unos ridículos tirantes. Eran de color verde chillón, salpicados de lunares fucsia, y desembocaban en unos grandes zapatones azules, bastante más largos que su pie. Una chaqueta roja gastada, con una gran flor amarilla en la solapa, y una nariz roja y redonda completaban la indumentaria. Pudiera parecer un vestuario algo estrafalario desde nuestra perspectiva, pero en el año 2110, era de lo más natural vestir así. Moderno incluso.

No había transcurrido mucho tiempo desde el alba en la ciudad de Crasia, e Inanis se dirigía a pie hacia su puesto de trabajo, en una fábrica de azufre. Por la acera de enfrente y en dirección opuesta transitaba Abdul-Hassan, que también se dirigía a su puesto de trabajo montado en su camello. Compartía con Inanis una similar estética circense, sólo que además llevaba un turbante y sandalias en lugar de zapatos. Inanis lo reconoció enseguida: era el director general del banco al que pagaba la hipoteca de su residencia. Le echaban peste los pies, pero a Inanis no le importaba porque Inanis era un tipo tolerante, un hombre del siglo XXII, y le asistía un gran respeto y aprecio por los banqueros musulmanes.

Se saludaron cortésmente y siguieron su camino.

Más adelante Inanis se tropezó con un individuo de aspecto taciturno, menos payasil de lo que dictaban los cánones estéticos de la época, que estaba fumando un cigarrillo escondido en la penumbra de un portal. Sostenía el humeante cilindro entre los dedos, con la brasa hacia dentro de la palma, con ese ademán nervioso y disimulante de quien se sabe vulnerando una ley. Y hacía muy bien en disimular porque en el año 2110 la pena infringida a los fumadores era la silla eléctrica.

Años antes no era tan dura la pena, pero a comienzos de siglo, una asociación de madres de niños muertos por enfisema empezaron a manifestarse pidiendo “justisia”. Una justicia consistente para ellas en el endurecimiento de las condenas a aquellos que con la ostentación pública de su mórbido tabaquismo, imbuyeran en otros el mimético deseo de fumar. Lo consiguieron, claro.

¡Fumadores asquerosos! –Pensaba Inanis- ¿Dónde se mete la policía cuando se la necesita? Nunca nos libraremos de esta gentuza en nuestro barrio…

Pero Inanis no tenía la culpa de tener ese tipo de pensamientos, porque en el año 2110 nadie tenía cerebro. Los pensamientos te llegaban a la cabeza a través de un cordón umbilical insertado en la nuca de cada uno de los habitantes de Crasia. Estos provenían de un único cerebro gigante situado a kilómetros de altura, un cerebro sin cuerpo, y del cual salían unas manos. La derecha sostenía unos genitales y la izquierda estaba cerrada en un puño del cual asomaba una rosa.

Tampoco es de extrañar que nadie conociese la existencia de dichos cordones umbilicales adheridos a sus nucas, pues a todos ellos les llegaba el pensamiento de que sus pensamientos no llegaban desde fuera. Bueno… quizás sea más correcto decir “casi nadie”...A Inanis le quedaba poco de “pensar” como pensaba. No sabía que estaba a punto de entrar en contacto con un grupúsculo conocido como “La Resistencia”.

(Continuará…)

…(Bueno, lo mismo continúa que lo mismo no, ya si eso…).

Besitos!!

miércoles, 21 de abril de 2010

Arrieros somos...

Creo recordar que los hechos a continuación descritos tuvieron lugar allá por el 2007, cuando lo que quedaba de Abismo compartía local con Yumalla. Por aquel entonces éramos aún ingenuos y creíamos que para cuatro imbéciles que nos dedicábamos a armar escándalo con una guitarra, bien haríamos en ayudarnos unos a otros.

Eso pensábamos cuando el grupo a la sazón capitaneado por el señor Valentín se puso en contacto con nosotros, amigo Raúl mediante, para ensayar en nuestro local de cara a algún evento (grabación, octubre joven… no recuerdo). Por supuesto, el susodicho grupo no encontró reticencia alguna, ni por nuestra parte (ni por la de ninguno de los integrantes de aquel local) a que se quedasen el tiempo que estimasen oportuno y conveniente. Claro, copón, faltaría más, estáis en vuestra casa.

Pero los años pasaron, niños, y aquella banda obtuvo su propio local por otros cauces (con alguna ausencia y alguna incorporación también, todo sea dicho) y en cambio, nuestra banda, Abismo, acabó por extinguirse definitivamente. Salvo por el hecho de que no fue tan definitivamente. Abismo ha vuelto (hemos) y como sucede en todos los comienzos tenemos algún que otro problema de logística. El más acuciante es la falta de local a una semana de la grabación del Crea, después de no haber tocado juntos ni una nota en años.

Así que a día de hoy, años después, somos nosotros los que acudimos en busca de amparo a la banda a la que otrora acogimos en nuestro seno, como a un hijo.

No obstante la respuesta ha sido un rotundo y sonoro NAIN.

Ni que decir tiene que de tamañas insidias no es tributario Raúl, único intercesor de nuestra causa ante los ingratos. Además nos ha sugerido una alternativa que desconocía en Puente Tocinos. Pero eso… al título del post me remito. ¡Nos veremos en el tatami!

Besitos!

El circo de la SS

Ni ligamento lateral, ni menisco, ni hostias… ahora resulta que es el cruzado anterior, el chungo, que está para tirarlo a la basura. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente operación, que será como pronto para septiembre según me han dicho. Todavía apruebo la oposición y tengo que renunciar al curro de interino por estar impedido, veréis, porque esa es otra: después de la operación es otro mes con muletas.

De momento me han dicho que fortalezca los músculos de la rodilla, cosa que no me suena mal del todo después de tanto tiempo parado. Además, si veis el papel que he firmado para que me metan en lista de espera flipáis: desde muerte, amputación, hasta mil riesgos menores más.

La operación consistiría en recomponer el estropicio con mi propio ligamento, con el de un cadáver (en la hoja pone donante) o con uno artificial, mediante artroscopia. Fueno, fale… si total, ya a estas alturas me la pela todo.

En otro orden de cosas, y aprovechando la coyuntura sanitaria para otro menester, os informo de que Rock’n’Litro tiene previstos un par de boles en breve, por si os queréis arrimar. Serían el 30 de abril en Molina, en la sala Topo, y el 7 de mayo en el nuevo Garaje, teloneando a los Sínkope.

El del día treinta es una mierda porque pese a la barra libérrima no me podré poner tan ebrio como me gustaría, porque al día siguiente tengo que estar en el estudio tempranito, que como muchos ya sabéis la que fue mi banda de juventud, Abismo, se ha arrejuntao de nuevo y estamos en el Creajoven. A ver que sale.

Rock’n’Litro también andamos medio enredados grabando una segunda maketa, así que en brevísimos tendréis material colgado por aquí de alguna de las dos.

Ale, nenxs, sayonara.

sábado, 3 de abril de 2010

A las puertas del infierno.

Tengo el buen defecto, o la mala virtud, de dudar de prácticamente todo. Hasta de mis propios planteamientos y principios en un momento dado. Vivo en una suerte de duda constante, y el no estar nunca completamente seguro de nada me convierte en una persona insegura ante la vida y de criterios poco estables.

Esta constante búsqueda de La Verdad tiene su propio “colmo de los colmos” cuando empiezas a dudar del propio mecanismo que rige tu modus operandi: dudar de la utilidad de la propia duda en la vida. Y he ahí una paradoja.

Esto suscita la pregunta “¿Utilidad para qué?” y es una buena pregunta. Lo primero es saber qué es lo que quiero y qué busco, porque pudiera ser que la búsqueda de esa Verdad tan grandilocuente y suntuosa en sus mayúsculas, en realidad no me esté ayudando a ser feliz (que es el objetivo último de cada uno de nosotros), pues la falta de seguridad en mí mismo me impide acceder a ciertos objetivos. Bien, ya tenemos algo.

Desterrada pues la “duda constante” como actitud hacia todo, ahora queda cimentar con mucha determinación unos valores estáticos. Siendo un poco pragmáticos, serán aquellos que más fácilmente me acerquen a unos logros que a priori podrían hacerme menos infeliz. Necesitamos una dirección.

De esta guisa llegamos a la siguiente disyuntiva (en cuya elección no pocas veces oscilé, en sinuoso vaivén, mientras la duda constante me mantenía voluble):

  • A) Ser empáticos, altruistas, y honestos con nuestra idea cultural de “bien”, en un mundo decadente, desprovisto de valores e ideas verdaderamente imperecederas, y en el que el tópico de “homo homini lupus est” resulta más que notable.
  • B) O bien, dado el mundo arriba descrito, abocarme a un relativismo crapuloso, a una desafección hacia nuestra naturaleza humana y miserable, y entonces desprenderme de todo tipo de piedad y escrúpulos para con mi especie. Intentar, en síntesis, vivir siempre de manera egoísta, de acuerdo con lo más conveniente para mis propios intereses.

La opción “a” implica una vida filántropa, cargada de sufrimiento y expiación; en cambio la segunda alberga el riesgo de que nuestra propia humanidad nos traicione: la empatía inherente a casi todos los humanos nos convertiría a nosotros mismos en el principal escollo que habría que salvar para conseguir nuestros intereses y por tanto la felicidad. Es por ello que habría que buscarse una manera de evitar esto.

Una forma podría ser el autoengaño (dicen los Barricada que una mentira agradable es muy fácil de creer), que consistiría en una postura supremacista: considerar seres inferiores a los demás. Endiosar nuestro propio YO, nuestro Ego, y esa superioridad nos vendría dada por el conocimiento de nuestra propia naturaleza despreciable, o mejor dicho: por el desconocimiento ajeno de este dato.

Daría igual, pero ni siquiera seríamos incoherentes al autoengañarnos de esa forma, porque la propia opción “b” implica disfrutar con fruición de unas satisfacciones y unos afectos que son superficiales, perecederos, y productos de la propia imperfección humana. Serían fruto de nuestro propio éxito en la vida, y por tanto tan poco fiables y estimables como sus contrarios (padecimientos de la opción "a").

...El problema de todo esto radica, claro, en que hay que creérselo.


...y seguía yo pensando, y no me hagáis mucho caso que ya me estoy yendo... ¿Dónde están exactamente los límites entre una persona con amor propio y una persona vanidosa? Justifica tu respuesta.

¡Te-ma 13! ¡Te-ma 13! ¡Te-ma 13...!